Clint Eastwood no perdona

Sin perdón, dirigida y protagonizada por Clint Eastwood, ha sido la gran ganadora de la noche de los Oscar, que se celebró la madrugada del martes (hora española) en el Dorothy Chandler Pavilion de Los Angeles. 

La película, que ha servido para desmitificar el lado agresivo, animal, del protagonista de Hany el sucio y los filmes de Sergio Leone, ha conseguido en esta edición los galardones a «mejor película», «mejor director», «mejor montaje» y «mejor actor secundario», este último recogido por Gene Hackman. Lo que no consiguió Eastwood en Sin perdón fue el Oscar al «mejor actor protagonista», bien porque la Academia estimara excesivo un quinto galardón o ya porque Al Pacino hubiera hecho suficiente méritos para merecerlo. En su octava nominación, el actor ítaloamericano se llevó el premio por su actuación en Esencia de Mujer. A juicio de Hollywood, Denzel Washington no hizo suficientes méritos por su papel en Malcolm X. Desde que se conocieron las nominaciones, quedó claro que Sin perdón y Regreso a Howards End eran las que iban a brillar por encima del resto en el Dorothy Chandler Pavillion. 

La cuestión estaba en saber cuál de las dos sería la gran triunfadora. La respuesta está clara; todos los grandes premios han recaído en Sin perdón, mientras que Regreso a Howards End se ha llevado dos galardones menores, a «mejor dirección artística» y a «mejor guión adaptado» (de la novela de Froster) y uno, cantado de antemano, para la británica Emma Thompson, considerada la «mejor actriz protagonista», que recibió el premio de manos de Anthony Hopkins, su «partenaire» en el filme. Para ese mismo premio estaba nominada la francesa Catherine Deneuve, se quedó sin él, pero en cambio la película que protagonizaba, Indochina, obtuvo el más que sonado Oscar a «mejor película de habla no inglesa».

Otra de las grandes «perdedoras» fue Drácula, de Coppola. Obtuvo tres galardones «ambientales», los dedicados a «mejor maquillaje», «mejor vestuario» y «efectos sonoros». La política también estuvo presente en una edición de los Oscar, en la que la Academia de Hollywood parece haber decidido apostar por las minorías y volver al espíritu de los 60. La noche estaba dedicada a las mujeres de Hollywood, los lacitos de solidaridad con los afectados del sida adornaban todas las pecheras; Juego de lágrimas, una película independiente irlandesa se llevó el Oscar a «mejor guión original» y el mediometraje Panama deception, que denuncia la intervención de EEUU en Panamá (previamente censurado por la televisión pública norteamericana), se llevó el premio al «mejor documental».

También hubo lugar en la ceremonia para las figuras históricas del cine. El Oscar honorario entregado a Federico Fellini y los «Premios Humanitarios Jean Hersholt» dedicados a Elisabeth Taylor y Audrey Hepburn (a título póstumo), constituyeron los instantes de mayor emotividad. Así, Fellini, que recibió el premio de sus compatriotas Sofia Loren y Marcello Mastroniani, se dirigió en un momento de su discurso a a una persona del público que no paraba de llorar; «no llores más», le dijo. Ella era Giuletta Massina, la protagonista de la mayoría de sus filmes. Contrapunto a esos momentos de emoción resultó una de las grandes sorpresas de la noche: la del galardón a «mejor actriz secundaria», que recayó en una jovencísima y desconocida actriz, Marisa Tomei, por la película Mi primo Vinny.

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