La tableta no es tan usada como el móvil

Estamos rodeados de personas colgadas de sus teléfonos móviles, no para hablar con la novia sino mirando intensamente su minúscula pantallita o pulsando con impensada destreza sus pequeñísimas teclas. 

Uno ha visto ya –y muchos de ustedes también– a algún viandante darse un porrazo con un poste o torcerse el tobillo en un bache de la acera por ir demasiado pendiente de ese móvil. Y no digamos cuando no se va andando, sino que hay un asiento a mano. 

Todos los que como este cronista viajen frecuentemente en tren, en metro y en autobús, y no digamos por aire ahora que por fin han caído las compañías aéreas –y Aviación Civil, suponemos– en que en modo avión no hay peligro ni en el despegue ni en el aterrizaje, saben que ahí el fenómeno se multiplica. 

El móvil se ha convertido en el terminal dominante en los intercambios escritos como hace 20 años sucedió con los hablados.

También habrán comprobado todos, en esos medios de transporte colectivo, que las tabletas, incluso las más reducidas del tipo iPad Mini, son mucho menos numerosas que los teléfonos móviles. Las vemos, pero en un papel secundario. 

Y eso, para el periodismo, puede ser un problema. Fue la tableta, no el móvil, la que hizo que se iluminase el rostro de Rupert Murdoch y le llevase a pronosticar que en ella estaba el futuro del periodismo.

El motivo es claro: si periodismo es algo más completo, matizado, informativo, analítico e ilustrativo que un breve mensaje de tipo Celta 2; Real Madrid 0, una pantallita de 20 centímetros cuadrados no es el mejor vehículo para trasladarlo. 

La tableta, aunque mucho más pequeña que un periódico en papel, tabloide incluso, ya ha demostrado que sí puede servir a la perfección.

Si los móviles, ganadores de la batalla de los dispositivos electrónicos portátiles, no son idóneos para textos periodísticos no totalmente telegráficos, que son los que generan valor añadido y pueden inducir al lector a tomarse en serio lo de una suscripción de pago, podemos tener un problema añadido a todos los demás del actual periodismo. 

Se nos ocurre que es imprescindible trabajar muy a fondo para desarrollar una manera de comunicar a través de móvil que sirva con eficacia a un gran objetivo primordial; enganchar al usuario, incitarle a pasar rápidamente a otro terminal, ya sea PC o tableta, y así conocer verdadera información periodística. 

Y si, además de ese paso, unos cuantos de esos usuarios dan otro, el de comprar al día siguiente el nuevo diario de interpretación y opinión... ya, perfecto.

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