Hombres con mano firme

Acababa de preguntarle si le había temblado la mano al rasgar el vientre del entonces alcalde de Madrid para cortarle 25 centímetros de colon en un intento desesperado por atajar el cáncer. Y me respondió serenamente, profesionalmente. No le imponía tener en el quirófano al alcalde de Madrid, «lo que me preocupaba era tener entre mis manos la vida de un amigo». Tierno y Ballesteros se conocieron en el PSP y desde entonces el médico no se perdía ninguna de las lecciones magistrales del viejo profesor.

Ballesteros me confesaba que aprendió mucho de Tierno, que tenía una filosofía de la vida a veces sorprendente y una serenidad que incluso llegaba a poner nerviosos a los propios médicos que le atendieron. Dionisio Ballesteros es persona de hablar pausado, mide las palabras, bastante tímido. Se consideraba buen padre de familia y negaba haber comentado con los suyos todo lo relativo a la enfermedad del alcalde de Madrid. «Mi hija no se explica por qué su padre es tan famoso en estos días, por qué aparece en los periódicos y en la televisión». 

Cuando Tierno fallecía, Dionisio Ballesteros, me hacía algunas confesiones. «Cuando el doctor Capote y yo fuimos al despacho del alcalde para recomendarle que se hiciera un chequeo ante los dolores abdominales que padecía, se negó». Ballesteros le dijo que para él constituía una enorme responsabilidad no establecer un diagnóstico precoz. Tierno quedó convencido por las palabras de Ballesteros: «Tiene usted razón, porque mi obcecación no le produciría ningún beneficio. Cuando usted quiera». Pero Tierno le pidió algo a cambio: «Quiero que me digan toda la verdad sobre mi enfermedad». No tuvieron más remedio que contarle que tenía un cáncer, que era preciso operar con urgencia. «Incluso le enseñamos las radiografías y el escaner. Lo entendió perfectamente. A lo largo de todo el proceso. Cuando abrieron el abdomen de Tierno comprobaron que las metástasis afectaban al hígado. Hubo una sesión médica de urgencia y Ballesteros fue quien hizo la propuesta de cortar hasta donde se pudiera. En la tarde del sábado 18 de enero de 1986, Ballesteros se encontraba junto a Tierno en la habitación de la clínica Ruber. Estaban viendo en la televisión una película del Oeste: «Tierno me dijo que estaba cansado y que quería acostarse. Enseguida me di cuenta de que su cansancio correspondía a una hipotencia seguida de arritmia». 

Al día siguiente moría el viejo profesor. He visto y hablado con Ballesteros varias veces en los últimos años. Siempre insistía en que Tierno le había impregnado de una gran humanidad. Ballesteros es una persona muy introvertida, celosa de su intimidad. Era explícito en temas profesionales, pero rehuía hablar de su vida privada. Me contó recientemente que le habían operado, y que cuando uno se pone en la piel del paciente se da cuenta de lo mal que se pasa. Dionisio Ballesteros derivaba siempre cualquier conversación hacia la experiencia que profesional y humanamente le había supuesto su relación con Tierno y después el haberle operado y atendido en todo el proceso. A veces los celos, querido Dionisio, son peores que las enfermedades incurables, no se pueden extirpar, se reproducen y ahogan. Ojalá tengas suerte. La necesitas.

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