Jubilados se ponen las pilas en la era digital
A las 9 en punto de la mañana la academia Studio 1, en pleno
centro de Málaga, abre sus puertas. Las clases no empiezan hasta las 9.30, pero
un nutrido grupo de alumnos llega media hora antes para utilizar el ordenador.
Son jubilados, algunos octogenarios, como Charo, que ha aprendido en estas
aulas a transitar segura por otro mundo, el virtual, y a hablar el mismo
lenguaje que sus nietos.
"A mi esto me ha vuelto joven por dentro, porque me ha
dado alegría. Y me ha unido a mi familia. Ahora manejo Facebook, Twitter o
Skype; todas esas palabras que para mi, eran chino. Ahora hablo de todo esto con
ellos. Hace unos días le pedí amistad por Facebook a una nieta mía, y no salía
del shock", relataba Charo.
A sus 82 años, es la segunda ocasión en la que se inscribe
en uno de los talleres gratuitos de la Fundación Harena que persiguen eliminar
la brecha digital que existe entre generaciones, y que cuentan con financiación
de la Fundación Vodafone.
Gracias a las clases, a las que procura no faltar
nunca, Charo logró comunicarse con uno de sus hijos, que se encontraba en
México, y habla regularmente por Skype y a través de las redes sociales con sus
nietos de Jaén y Zaragoza. "Esto me ha dado la vida; es como una segunda
juventud", confiesa.
Antonio, de 73 años y exempleado de banca, comparte la
experiencia, sentado en la última fila de la clase. "En la banca teníamos
máquinas de escribir, y cuando llegaron los ordenadores teníamos sólo los
programas propios del banco.
Pero nada de internet. Ahora que lo he descubierto
me he comprado un ordenador y sigo practicando en casa. Estas cosas te gustan
cuando las sabes; cuando no tienes ni idea lo que sientes es miedo",
reconoce.
"Antes, cuando preguntaba a otros cómo se hacía algo
acababan por hacerlo ellos. Pero de esa forma no nos enteramos nunca.
Lo que
tenemos que hacer es hacerlo por nosotros mismos, y es lo que vengo a aprender
al curso", relata Antonio, que ya estuvo apuntado con anterioridad a otro
curso parecido impartido en uno de los centros de la tercera edad que gestiona
el Ayuntamiento.
Fue allí, precisamente, donde le informaron de estos
cursillos, y de que había pocas plazas. "Me apunté enseguida y me vine para
acá. Después de 45 años trabajando, esto me sirve de entretenimiento, es bonito
y me resulta muy útil para mis viajes.
¡No vas a estar siempre viendo la
televisión! Yo no quiero ver 80 películas. Es mejor salir, viajar,
aprender", considera.
Mari Carmen, de 65 años, se confiesa igual de entusiasmada.
Jubilada antes de tiempo tras un accidente de tráfico, hacía 12 años que no
tocaba un ordenador, y no sabía ni lo que era un ratón.
"Mi hijo se fue a
Inglaterra y me conectó ‘Skype’, pero yo, al no saber, le daba por error a algo
que no era y no podíamos hablar. Se nos caían los lagrimones. Ahora pido las
citas médicas por internet y miro los museos o los hoteles a donde voy a ir de
viaje", relata.
Las nuevas tecnologías abren a los alumnos un panorama que
antes no tenían, y, según explica su profesor, Pablo López, "empiezan a
alucinar".
"Tenemos alumnos que cuando vieron a su nieto por
‘Skype’ cogieron el monitor del ordenador y le dieron un beso", cuenta
López, que todos los días manda pequeños ejercicios a sus alumnos, muchos de
los cuales han hallado un poderoso remedio contra la soledad..
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