Unos tragos en Jalisco

Da igual que sean las cuatro de la tarde que las tres de la madrugada. También que estemos a martes o en plena juerga del sábado noche. Y más de lo mismo si se trata de describir a los protagonistas: no todos son de lo más garboso y esbelto.

Las cosas como son. Pero ahí están ellos, los celebérrimos mariachis, acodados (a pares y día tras día) en la plaza que lleva su nombre en pleno centro de Guadalajara (la de México, está claro).

El lugar se llama, en realidad, Plaza de Pepe Guízar, en recuerdo al autor de la canción sobre la ciudad -la segunda del país tras el DF- más popular de todos los tiempos. Hasta sección propia tiene el mariachi en cuestión (¿suena el bis, no?), con versiones a granel y pentagrama disponible para hacerla suya en el primer karaoke.

Por algo estamos en el estado de Jalisco, el más auténtico de todos y la cuna mundial de los mariachis, declarados, para más señas, Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco. Dicen que el lugar concreto donde nacieron es Cocula, a un par de horas de Guadalajara donde, curiosamente, estos cantores brillan ahora por su ausencia.

De ahí que volvamos a la citada Plaza de los Mariachis tapatía (topónimo de Guadalajara). Y allí vuelven a estar ellos, taco al pastor en mano (con la carne asada tipo kebab y piña como aderezo), a razón de 10 pesos el cante (0,60 euros), ya sea para dar el recital ahí mismo o en la casa de la novia, la tía o la abuela homenajeada. Pero la gracia está en, ya puestos, contratar una serie de 10 canciones o una hora. La fiesta sale así por 1.800 pesos (100 euros).

Y a decir por la cantidad de mariachis que inunda la plaza, el negocio funciona. Más aún cuando se acerca alguna de estas fechas: 10 de mayo (Día de la Madre en México), Navidad (cualquier Belén, aquí Posada, que se precie tiene que ir acompañado de serenata), 12 de diciembre (Virgen de Guadalupe)... Normal esto si tenemos en cuenta que alrededor del 65% (o más) de la población local luce este nombre, ya sea en primer lugar o en segundo; ya sean mujeres u hombres. Y el santo hay que celebrarlo con un recital mediante.

Regla número uno. Pero si la idea de ir a buscar a los cantantes a la plaza no le acaba de convencer, tranquilo, que existe algo así como el telemariachi para los más perezosos. Y también van al sitio que uno diga.

Cosas de la cuna mundial del mariachi, decíamos. Pero Jalisco acapara más títulos: también es la patria del tequila y de los charros, esos peculiares jinetes llegados desde la Salamanca española (a cuyos habitantes también se los llama charros) que, a golpe de temeridad y donaire, se la juegan en los rodeos.

No en vano, la charrería está considerada el deporte nacional, al tiempo que se suma a la lista de iconos de mexicanidad.

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