España aún no ha sido ignorada por la industria

LA CRISIS económica que padecemos brinda una magnífica oportunidad para borrar del lenguaje político e institucional algunos viejos tópicos, tan fáciles como falaces, sobre las conductas y las decisiones humanas ante determinadas situaciones. Frases como «lo que funciona, no hay que tocarlo» o «la mejor política industrial es la que no existe», son ejemplos claros -y no muy lejanos- de esa pasividad conformista más propia de quienes prefieren el inmovilismo a la toma de decisiones o de quienes priman el conformismo frente al riesgo que implica tomar la iniciativa. 

Hoy en día, tenemos que distinguir entre países reformistas y países estancados. España está haciendo importantes y necesarias reformas en los aspectos financiero, laboral, fiscal, administrativo, etcétera. Y hoy más que nunca también se necesitan cambios y decisiones que acentúen nuestra vocación irrenunciable a ser un gran país industrial. España no debe resignarse a ser sólo un plácido balneario. La sociedad española necesita generar empleo de calidad, el empleo que precisamente sólo puede generar la industria. Italia, que comparte con España dificultades parecidas, tiene una posición industrial más fuerte, con un PIB industrial cercano al 30%.

Una mirada superficial sobre el sector del automóvil puede conducir a pensar que el sector funciona razonablemente, ha funcionado razonablemente sin política industrial y, en consecuencia, podrá seguir haciéndolo del mismo modo en el futuro. Nada más lejos de la realidad. Es cierto que los fabricantes de automóviles hemos demostrado ser capaces de haber creado un tejido industrial de alta calidad, bien gestionado, dinámico, generador de empleo estable y capaz de innovar para lanzar al mercado productos (automóviles) cada vez más eficientes, modernos y avanzados. 

Esos valores y esas cualidades de nuestra industria hacen que sea imposible que Europa y el mundo nos ignoren. Quienes afirman eso, no conocen nuestra realidad. Hasta este momento, España está muy presente en la mente y en los proyectos de una industria tan fuerte y tan importante como la del automóvil.


ESPAÑA sigue siendo un país atractivo para los inversores de la industria automovilística -ahí está la reciente decisión del grupo Nissan de invertir 300 millones de euros en España o la decisión de PSA en Vigo de fabricar un nuevo modelo- y ése es un activo que nadie debe poner en riesgo. Esta misma semana podemos tener noticias aún más positivas para España y que de nuevo provienen del sector del automóvil, nuevas inversiones, nuevos empleos industriales, nuevas oportunidades de visibilidad internacional… 

Y, sin embargo, la ausencia de decisiones, o un exceso de confianza, pueden convertir lo que ahora es una gran ventaja y una inmensa oportunidad de crecimiento de la economía española, en un factor de vulnerabilidad de las fábricas españolas y de mengua de la actividad económica. 

Lo acaba de resumir de forma ejemplar el vicepresidente de la Comisión Europea y comisario de Industria, Antonio Tajani, al afirmar hace unas semanas que «para superar la crisis y restablecer nuestro liderazgo tecnológico no podemos abandonar nuestra base industrial en áreas clave como la industria del automóvil». Tajani, convencido de que la industria del automóvil «tiene que ser un jugador clave en nuestra estrategia para impulsar el crecimiento», ha rescatado al sector del cómodo «funciona bien» en que lo habían situado algunos para ponerlo en el lugar que se merece como insoslayable motor de crecimiento y dinamización económica. 

DICHO de otra forma: o se apuesta por mejorar el sector, eliminando nuevos costes, evitando deslocalizaciones e intensificando esfuerzos para fortalecer la buena posición ya ganada, o iremos hacia atrás y, lo que es más grave, habremos dejado pasar una gran oportunidad para convertir al sector en palanca firme y segura para salir de la crisis. La riqueza real, firme y consistente, capaz de sumar nuevos puestos de trabajo, se creará a partir de una industria fuerte que garantice un crecimiento sostenible y que rompa para siempre con el tópico de que España sólo tiene ladrillo, servicios y sistema financiero. 
Nos jugamos mucho en este desafío. Es necesario fomentar una nueva política industrial especialmente orientada a potenciar las magníficas oportunidades de crecimiento y la actividad de la industria del automóvil. El sector ha llegado muy lejos como para renunciar ahora a seguir avanzando. Los fabricantes integrados en Anfac han demostrado una elevadísima calidad de gestión en estos años: las empresas no están apalancadas, mantienen un empleo estable en medio del proceso generalizado de pérdida de empleo de la economía española, crean riqueza equivalente al 10% del PIB y acreditan un considerable efecto de arrastre en la economía española, tanto en el área industrial -proveedores- como en el de la demanda: distribución, financiación, seguros, postventa, transporte, etcétera... España está mejorando en productividad laboral y eso es una base importante para el futuro. Pero España también es un gran exportador de vehículos y se necesita mejorar la logística como elemento primordial para mejorar la competitividad. 

Tenemos una magnífica oportunidad de aumentar la visibilidad internacional de España como potencia mundial del automóvil esta misma semana. Por primera vez, se darán cita en Madrid los grandes líderes mundiales de la automoción, lo que supone el reconocimiento europeo y mundial al liderazgo español en la industria del automóvil. España es el noveno fabricante mundial y el segundo europeo, el primero en vehículos comerciales, con 17 factorías instaladas y una ocupación estable de casi dos millones de puestos de trabajo directos e indirectos. El automóvil apuesta por España, apostemos por el automóvil. La industria del automóvil no ignora a España, ¿ignorará España a la industria? Estoy seguro de que no. Esta cumbre de la industria es la mejor demostración. 

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