Demasiada basura electrónica
Todos conocemos el viaje de ida que hacen nuestros
dispositivos electrónicos, la gran mayoría desde Asia. Se fabrican en grandes
plantas que muchas veces resultan peligrosas y por trabajadores con condiciones
laborales que no estarían permitidas en Europa.
Turnos interminables y salarios
exiguos son el sucio secreto detrás de los bajos precios de nuestros teléfonos,
PC y tabletas.
Pero hay también un viaje de vuelta. Una vez nuestros
dispositivos se rompen o quedan obsoletos se convierten en basura electrónica.
Parte de ella puede reciclarse con facilidad, la otra parte está compuesta por
materiales tóxicos o de difícil aprovechamiento.
Ésta acaba cada vez con más
frecuencia en vertederos en Asia y África, manipulados sin las medidas de
seguridad necesarias para extraer el poco valor que queda en ellos. En
ocasiones, ese viaje de vuelta se hace de manera fraudulenta, violando las
leyes de reciclaje europeas.
Es un problema creciente. En 2012 se generaron en todo el
planeta más de 50 millones de toneladas de basura electrónica y ese volumen de
residuos electrónicos crecerá casi un 33% durante los próximos cuatro años. Ésa
es la estimación del programa STeP de las Naciones Unidas, una plataforma
creada para buscar soluciones a los desechos electrónicos y eléctricos, una
categoría en la que se cuentan no solo PC, teléfonos y televisores, sino
también grandes electrodomésticos o juguetes. La basura electrónica es el
desecho generado por el hombre que más rápido está creciendo. Cada vez que
leemos titulares sobre espectaculares aumentos en las cifras de ventas de una u
otra compañía hay que considerar que esas unidades vendidas acabarán en el
vertedero pocos años después.
En España, generamos más de 800.000 toneladas de basura
electrónica al año, según STeP. Casi 18 kilos por habitante. La ley obliga a
fabricantes, vendedores y distribuidores a hacerse cargo de la recogida de sus
productos y para los ciudadanos hay puntos limpios donde depositar los
dispositivos que ya no queremos. La realidad es que se usan poco. Según Carlos
Martínez, director del IMF Business School, reciclamos sólo el 11% de la basura
electrónica. En otros tipos de basura el porcentaje de reciclado se acerca al
28%.
Las empresas rara vez se ocupan personalmente del problema.
La escala del mismo vuelve complicada la logística. En su lugar, usan
plataformas especializadas en el tratamiento de este tipo de residuos,
conocidas como SIG (Servicios Integrados de Gestión).
La fundación Ecotic es
una de las mayores agrupaciones de reciclaje y tratamiento de nuestro país.
Cuenta con más de 563 organismos y empresas adheridas. El pasado año gestionó
más de 50.000 toneladas de residuos, un incremento del 11% frente a 2012.
Esta basura se recicla en puntos especialmente creados para
residuos electrónicos. El 70% es fácilmente aprovechable. Son las carcasas de
metal, los plásticos, los cables y otros componentes de gran tamaño.
El resto
requiere de plantas especializadas. Aunque la industria de la electrónica en
buena parte ha eliminado de los procesos de fabricación el plomo y el mercurio,
otros materiales tóxicos aún están presentes.
Muchos de los productos que hoy
en día acaban en puntos de reciclaje son, además, anteriores a la introducción
de estas nuevas prácticas de fabricación.
Si toda la electrónica, electrodomésticos y
juguetes se reciclasen de manera correcta y usando este tipo de plataformas de
gestión de desechos la basura electrónica sería sólo una molestia, un asunto
engorroso, pero hasta cierto punto manejable.
El problema es que en ocasiones
parte de esos residuos acaban vendidos bajo falsos pretextos a países en vías
de desarrollo y fuera del circuito certificado de reciclaje. Según un estudio
de la Universidad de Salamanca publicado en 2012 el 70% de la basura
electrónica de nuestro país no se recicla a través de SIG.
En países de nuestro entorno se dan situaciones parecidas.
La Agencia Europea de Medio Ambiente calcula que la cantidad de basura
electrónica que cada año abandona Europa con destino a Asia y África podría
rozar los 1,3 millones de toneladas.
Estos desechos acaban en vertederos donde
son tratados por personas sin conocimientos técnicos, equipamiento o medidas de
seguridad. Fundamentalmente, buscan oro —se utiliza en algunas conexiones
dentro de los circuitos, aunque en muy pequeñas cantidades—, cobre y otros
materiales valiosos, pero la presencia de plomo, mercurio y gases nocivos puede
supone un riesgo para la salud, sobre todo cuando algunos de estos materiales
entran en contacto con acuíferos, lagos o ríos próximos.
Es, desgraciadamente, una práctica común. Interpol se
incautó a finales de 2012 de más de 240 toneladas de equipamiento electrónico
con destino a Ghana, Guinea y Nigeria en una investigación en puertos de
Bélgica, Alemania —el mayor productor de basura electrónica de Europa—, Holanda
y Reino Unido.
Casi un tercio de los cargamentos inspeccionados contenía basura
electrónica que se iba a transportar de forma ilegal.
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