Los ricos se separan por Twitter
Ben Goldsmith y su mujer Kate Rothschild, de 31 y 30 años respectivamente, nunca concibieron el dinero como un problema. Él, hermano de la famosa millonaria Jemima Khan, ex de Hugh Grant, heredó más de 300 millones de euros de su padre Sir James Goldsmith. Y ella recibió unos 20 millones después de que su progenitor, Amschel Rothschild, se quitara la vida a los 41 años en un hotel de París en 1996. Angustiado, según la teoría más recurrente, por la futura responsabilidad de tomar las riendas del negocio financiero de su familia.
Fusionaron sus privilegiados linajes en 2003 en una boda celebrada en el condado de Suffolk. Los reportajes gráficos de aquel día reflejaban los rostros de dos jóvenes inocentes ajenos al desgaste que acabaría carcomiendo su relación casi una década después.
Con los años, ella fue desarrollando un irreverente estilo boho hippy como si se sintiera incómoda con su etiqueta de niña pija. Como recalcaba la columnista Jan Moir, el látigo más temido del Daily Mail, su perfil respondía al de uno de esos herederos que se empeñan en «hacer algo» con su vida. Comenzó como diseñadora de moda y después se decantó por la industria musical con su propio sello discográfico, Roundtable. Fue así como acabó siendo manager del rapero estadounidense Jay Electronica, el origen de la ruptura del matrimonio.
Según la crónica social, ella acabó sucumbiendo a un acelerado tren de vida y solía trasnochar con el músico en algún local londinense. Su marido, inquieto por las sospechas, descubrió mensajes subidos de tono entre su mujer y el cantante de hip hop y ella no tuvo más remedio que confesar el affaire. La tensión entre la pareja llegó hasta tal punto que la policía tuvo que acudir a su domicilio la semana pasada tras recibir una llamada de Kate acusando a su marido de agresión.
Lejos de lavar los trapos sucios en la intimidad del hogar, los dos se embarcaron esta semana en un intercambio de acusaciones vía internet, convirtiéndose en la primera separación de perfil alto de la generación Twitter.
Primero, él calificó de «horroroso» el comportamiento de su mujer y acabó reprochando a su esposa que contratara a una agencia de relaciones públicas para reparar su reputación en lugar de centrarse en sus tres hijos «destrozados».
Ella fue acusada de utilizar a sus hijos en la disputa por publicar en su cuenta una foto de los pequeños bajando las escaleras de un jet privado al encuentro de su madre con el sutil mensaje «avión de alivio». El propio Jay Electronica se dejó ver en la polémica con un «I like» bajo la polémica imagen.
El jueves pasado, Kate Rothschild lanzó una retahíla de argumentos en defensa propia a lo largo de catorce tuits consecutivos en la red social. «Ben, en un estado de ánimo racional, sería el primero en decir que mi devoción por mis hijos es intachable». «Nuestro matrimonio ha ido mal hace varios años. Nos separamos y el enfado y la acritud han dado pie a una versión muy parcial hecha pública deliberadamente para avergonzarme y hacerme daño». «Y respecto a Jay Electrónica... él me salvó la vida de muchas maneras y le estoy eternamente agradecida».
Para disgusto de los curiosos, los tuits más polémicos desaparecieron ayer de las cuentas de la pareja antes de hacer público un comunicado conjunto con ánimo conciliador en el que achacaron sus espontáneas acusaciones a las «fuertes emociones» del momento. «No habrá más comentarios, directos o indirectos, por parte de nosotros sobre cualquier aspecto de la vida privada de nuestra familia». Después de arrojarse los platos virtualmente a la cabeza, los dos prefieren ahora un divorcio discreto.
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