Los gladiadores del coliseo al tablero

Erase una vez un juego llamado ajedrez y se jugaba entre dos antagonistas corteses y serenos, con 32 piezas y un tablero de 64 casillas blancas y negras. ¡Cómo ha cambiado el ajedrez desde aquellos tiempos de tranquilidad! Hoy el juego forma parte de la información mundial. De hecho, la transformación empezó en 1972, durante la partida Fischer-Spassky, en Reikiavik (Islandia). El genial campeón americano, Bobby Fischer, desapareció del escenario después de lograr su última meta ajedrística -arrebatarle el título mundial a un ruso-. Ahora vive retirado en Pasadena (Estados Unidos) rechaza cualquier oferta para volver a jugar. Cuando en 1975 Fisher no se presentó a jugar su partida contra Anatoly Karpov, este fue coronado nuevo campeón. Mantuvo el liderato durante 10 años, ganando todos los torneos con actuaciones excepcionales. Pero su estilo personal, tranquilo y reservado, no atrajo tanto la atención de los medios de comunicación como su antecesor. Todo esto cambió de nuevo con la llegada del gran maestro de Azerbayan, Gary Kasparov. En 1985, a la edad de 22 años, batió a Karpov y se convirtió en el campeón mundial más joven en la historia del ajedrez. Desde entonces, ha vuelto a ganar dos veces contra Karpov -siempre en partidas muy reñidas.



En octubre de este año, Kasparov consiguió una de sus grandes ambiciones, superando la legendaria marca lograda por Fischer en 1972 -2785 puntos en la lista internacional-, al vencer al noriego Simon Agdestein en un torneo en Tilburg (Holanda). Este récord había sido comparado por mucha gente con la fantástica -y aún imbatida- marca de Bob Beamon de 8,90 metros en el salto largo. Y Kasparov obtuvo el nuevo récord con un tanteo extraordinario de 12 puntos sobre 14 posibles en Tilburg, donde jugaba uno de los jugadores más fuertes del mundo. Increíblemente, desde 1981, no ha terminado ningún torneo por debajo del primer puesto empatado. La popularidad de Kasparov va mucho más allá del ajedrez. En la portada de «El Mundo Deportivo» aparece como su deportista del año y su foto ocupa tres páginas del último número de «Playboy». Pero lo que a él mismo le apasiona es la idea de exportar a otros países el interés de la URSS por el ajedrez. Este mes en Londres, se ha decidido qué dos jugadores se enfrentarán otra vez en la capital inglesa, el próximo marzo. El ganador intentará arrebatarle el título a Kasparov, en octubre del próximo año. Anatoly Karpov ganó a su compatriota ruso, Arthur Yusupov -que perdió varias ocasiones de mejorar su tanteo-, mientras que el holandés Jan Timman batió al británico Jonathan Speelman.

Este último logró un resultado decepcionante para los aficionados londinenses, sobre todo porque Speelman no jugó con su inspiración habitual. De todas formas, Gary Kasparov no parece temer ni a Karpov ni a Timman. Se declaró «sorprendido y decepcionado» por el mal juego de Karpov en Londres. Según el campeón mundial, Karpov «ya no es el mismo de siempre» desde que, por primera vez en su carrera, perdió tres partidas consecutivas en el torneo de Rotterdam. Decir que Kasparov y Karpov se conocen es una declaración simplista. Han jugado frente a frente en 131 ocasiones -600 horas al tablero- y Kasparov sólo lleva dos partidas de ventaja. Al parecer, lo más preocupante para Gary Kasparov -comentario habitual en la prensa internacional- es la batalla que está sufriendo la misma Organización del Mundo de Ajedrez. Desde 1948, el juego había estado bajo el control de FIDE (Fédération Internationale des Echecs), con sede en Lucerna (Suiza). En 1986, Gary Kasparov y otros grandes maestros presentaron una carta a la Asamblea General de la FIDE, en Dubai, proponiendo la creación de una Asociación de Grandes Maestros (GMA) para sustituir al Consejo de Jugadores. En efecto, en febrero de 1987, la nueva organización se fundó formalmente. Uno de sus objetivos principales es establecer que el campeonato mundial se ponga bajo el control de los mismos jugadores, y no, como hasta ahora, bajo la FIDE. Según la Asociación de Grandes Maestros, la FIDE es un cuerpo amateur y, por lo tanto, debería restringir su esfera de influencia al ajedrez amateur. La GMA cree que, como el tenis o el atletismo, el ajedrez necesita su propia asociación para proteger los intereses de los jugadores. ¿Y qué piensa la FIDE de todo esto? La situación es confusa. Su presidente, el filipino Florencio Campomanes -figura muy controvertida en el mundo del ajedrez, como ya veremos-, ha reconocido la fundación de la GMA, pero las negociaciones entre ambas organizaciones han tropezado con innumerables obstáculos. Uno de los problemas es que Kasparov y Campomanes no se llevan demasiado bien -para no decir algo más fuerte. Esta animosidad estalló en Moscú, en 1985. La primera partida Karpov-Kasparov fue concluida por el presidente de FIDE justo cuando Kasparov parecía recuperarse de una pésima posición. LLevaban jugando la cifra récord de 48 partidas, y al final, Karpov sólo necesitaba un punto más para retener el título mundial. Pero había perdido dos partidas consecutivas poco antes del abandono de Campomanes.

Cerca del drástico final de la partida, Kasparov se enfadó en público, alegando que había sido víctima de un compló organizado pon las autoridades rusas, en colaboración con Campomanes, para asegurar que Karpov, ciudadano modelo y conformista, retuviera su corona -y que no la perdiera frente a Kasparov, hombre inconformista e independiente, que siempre dice lo que piensa. Al menos eso sugirió el mismo Kasparov. Después de tan extraordinarias alegaciones, Kasparov y Karpov volvieron al tablero en Moscú el mismo año, y esta vez salió como legítimo vencedor Kasparov. Desde entonces, han jugado otras dos partidas en Londres-Leningrado y Sevilla. Ambos fueron muy reñidos. Salió victorioso Kasparov, pero en Sevilla terminó empatado a 12 y, según las reglas, en tal caso el campeón conserva el título. Karpov se ha declarado deseoso de vengar estas derrotas. Pero no sólo tiene que ganar a Timman en marzo. Queda por resolver dónde tendrá lugar la partida contra Kasparov. Dos ciudades han presentado ofertas: Lyon, en Francia y Wellington, en Nueva Zelanda. FIDE ha aceptado la de Lyon, pero esta decisión ha enfurecido a Kasparov -insiste que, como campeón mundial, tenían que haberle consultado antes. Paradójicamente, en una de las pocas muestras de acuerdo, Kasparov y Karpov declararon durante un torneo reciente en Skellefteä (Suecia), donde quedaron empatados en el primer puesto, que FIDE había actuado equivocadamente.

Quienes observan este debate desde fuera del mundo del ajedrez, pensarán que se trata de una pelea infantil. Pero la discusión sobre eI lugar de la partida de octubre del año que viene, se ha convertido en símbolo de la gran lucha entre Kasparov y la GMA, por un lado, y Campomanes y la FIDE por otro. Si Kasparov decide jugar en Wellington -lo que parece probable-, podría interpretarse como una «bofetada» a FIDE. Todo esto demuestra hasta qué punto el mundo del ajedrez, como otros deportes, se ha politizado. Uno de los ejemplos más claros de este fenómeno ocurrió en 1986, durante la Olimpiada de Ajedrez organizada por FIDE en Dubai, donde se prohibió la participación.

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