Las viejas de Sálvame ya no están para pelearse
Don dos señoras que han clavado sus tacones en lo más alto de la sociedad. Dos animales de la elegancia y el glamour. Naty Abascal (66) siempre estuvo ahí, Carmen Lomana (60) acaba de aterrizar, al menos para los medios. Pero tras las máscaras del photocall, se esconde un mundo subterráneo de sentimientos. Como en todos los universos, también en el del postín hay rencillas y rencores, historias sin resolver. La más comentada, la de Lomana y Naty. No se soportan.
De ellas jamás sale nada en público, pero en privado es otra cosa. La veda la abrió Jesús Mariñas al desvelar que una «intrusa» había querido colarse en el avión privado que Isak Andic le había puesto a sus invitadas madrileñas para acudir a una fiesta de Mango en Barcelona. La intrusa era Lomana, y la aviesa mano que la expulsaba del olimpo de las afortunadas, la de Naty. La cosa la arregló el propio Andik mandándole a Carmen un billete en primera clase en vuelo regular. Cuando saltó a la prensa ya era oficial: Abascal y compañía consideraban a Carmen una advenediza.
Pero el desencuentro entre ambas viene de lejos. Aunque la que fuera duquesa de Feria diga ahora que no conoce de nada a Lomana, la rubia asegura que sí. Carmen era una de las señoras que acudía a los trunk shows que organizaba Abascal en el Hotel Santo Mauro de Madrid a mediados de los años 80. Seleccionaba a unas cuantas señoras bien para mostrarles la colección de Oscar de la Renta. «La conozco de la vida social y de que alguna vez le compré a ella la ropa de Oscar de la Renta. Lo hacía como un favor, porque ella se llevaba un beneficio».
En aquella época comieron alguna vez juntas. Nunca fueron íntimas, pero sí aliadas. Mezclar amistad y negocios no siempre es bueno, y algún malentendido las separó. Después vino Christian, el hijo de Chiquita Neven du Mont, una de las personalidades claves de Marbella. Este alemán es también el padre del hijo de Sandra Gamazo. Con él Naty estuvo unos meses, pero fue Lomana quien, más tarde (2017), mantuvo con él una relación de casi tres años. Aquello fue el detonante, Lomana rompió una regla clave en cualquier grupo de amigas: nunca te enrolles con el hombre que ha sido de otra.
Así pues, cuando Abascal y sus comadres vieron cómo Lomana se reinventaba en socialité de obligada presencia en los medios entraron en cólera y decidieron asesinar su ascenso social. O eso es lo que explica el entorno de Carmen. El de Naty piensa que esto no es más que una estrategia de la rubia leonesa para mantenerse en el candelero.
Parece extraño hablar de Naty Abascal en términos que no sean los del elogio a su elegancia y su savoir faire. Si el pasado fin de semana bailaba en el cóctel aniversario de Etro del brazo del mismísimo Jacopo Etro, estos días está en México para una producción de moda. Ella sobrevuela toda esta polémica con un escueto «no somos amigas ni enemigas. No conozco de nada a Carmen Lomana y punto». La sevillana afirma que su trabajo le absorbe tanto que no tiene «tiempo de escuchar los comentarios que se hacen» sobre ella. Y mucho menos de elaborar estrategias como las que se le atribuyen para hacer desaparecer del mapa social a la incómoda rubia.
Ella mantiene el silencio sobre este asunto, sólo puntualiza lo que le parece despectivo, reivindicándose una vez más como una trabajadora de la moda. «He sufrido mucho tocando puerta a puerta y casa por casa para vender algo. Y el Hotel Santo Mauro es el mejor sitio en el que he podido vender la ropa». Tampoco es cierto que ella fuera la mano negra que expulsara del avión de Andic a Lomana: «Eso es una leyenda».
Pero a pesar de no querer entrar al trapo, aquí huele a muerto. Hace dos semanas un pie de foto de la revista ¡Hola! especificaba que Naty llevaba en ese momento «joyas de su propiedad». Un tanto absurdo, si no fuera porque días antes Carmen Lomana había lanzado un enigmático «todo lo que llevo es mío, a mí nadie me presta ropa ni joyas porque no me hace falta».
Y como en todas las guerras, hay partidarios de uno y otro bando. El conocido estilista Nano de la Peña es abascalista: «Naty tiene una trayectoria, su imagen tiene algo que decir, tiene unos argumentos detrás. A Carmen la conocimos de la noche a la mañana, no puede abrirse camino tan rápido en este mundo».
Carmen Rigalt, la pluma que sacó a Lomana del ostracismo social, es más neutral. «Naty está unos peldaños más arriba, lleva mucho más tiempo en primera línea, pero Carmen nos está sorprendiendo a todos. Es bastante más lista de lo que pensábamos».
Puede que algo esté inquietando a Naty sobre el ascenso social de Lomana. A los más jóvenes les entusiasma. Mientras Naty tiene dos páginas en Facebook, con 2.300 fans, Carmen arrasa: tiene cuatro páginas y 24 grupos asociados, en total más de 8.000 lomanistas. Suficiente para emprender una guerra.
Natividad Abascal Romero-Toro nació en 1943 en Sevilla. Eran una familia numerosa de 11 hermanos. Su padre, Domingo Abascal, era un rico abogado y dueño de un próspero negocio de aceitunas, y su madre, Natividad Romero-Toro, fue la primera mujer que abrió una boutique en la capital andaluza.
Naty se casó en Nueva York con el escocés Murray Livingstone Smith, del que se separaría en 1975. El 14 de julio de 1977 contrajo matrimonio con Rafael Medina y Fernández de Córdoba, duque de Feria, un antiguo novio. Tras el verano de 1988 empezaron a correr rumores sobre la posible relación sentimental entre Naty Abascal y Ramón Mendoza, presidente del Real Madrid. Desde que se separara, en octubre de ese año, la han relacionado con varios hombres, pero nunca en serio.
Naty Abascal siempre se jacta, y con razón, de ser «una curranta». Actualmente es una reputada estilista. Trabaja para la revista '¡Hola!' y es asesora de Mango en asuntos de diseño. Está considerada una de las mujeres más elegantes del mundo. Fue portada de la revista 'Harper's Bazaar', imagen de Cartier y Bulgari, maniquí de Revillon y Maximilliam, modelo de Salvador Dalí, cotizado 'topless' de 'Playboy', actriz secundaria para Woody Allen y reina indiscutible de la alta costura.
Naty Abascal ha hecho del estilo su forma de vida. Trabajadora de la industria de la imagen desde siempre, sus dos grandes estandartes han sido Oscar de la Renta y Valentino, de los que es musa. Aunque cultiva un 'look' algo barroco, su fantástica complexión lo aguanta todo. Combina diseños de Zuhair Murad para Mango con los grandes clásicos de la moda.
Como Isabel Preysler, Naty cultiva el misterio. Fascina más callada, y lo sabe. Por eso es tan difícil que conceda una entrevista a la televisión o a la radio. Sólo habla para '¡Hola!'
Carmen Lomana es una de esas privilegiadas a las que no les hace falta trabajar para vivir, aunque ahora valore una suculenta oferta de una cadena para convertirse en su colaboradora estrella. Hasta su aparición estelar del brazo de Javier Rigau (aquel ex prometido de Gina Lollobrigida) hace dos años, era una perfecta desconocida para el gran público. Habitual de la escena marbellí, pero también de Nueva York, de Bali o de Londres, era una señora millonaria como hay otras, aunque, dicen, deseosa de cierta notoriedad. Ahora la ha conseguido y disfruta con ella, es su nuevo juguete. «¿Y por qué voy a pedir disculpas si no hago daño a nadie?», dice a LOC.
Lo cierto es que al establishment social no dejan de atragantársele estas nuevas celebrities. La última batalla la ha ganado Naty, al darle una cena al conocido fotógrafo Mario Testino que Lomana pretendía desde hace meses. «Bah», dice Lomana, «así me ha quitado un problema de encima». Lo cierto es que la rubia le prometió al artista un pequeño homenaje cuando viniera a Madrid a recibir un premio de moda. Pero ¡ay!, Naty, amiga desde hace tiempo del fotógrafo, tuvo la misma idea. Y Testino tuvo que elegir.
Esto ocurrió hace dos semanas, pero Carmen prefiere la paz pública. «Con Naty no hay ningún enfrentamiento y, aunque lo hubiera, no lo contaría a la prensa. Dice que no me conoce y no es verdad, será que está mayor y no se acuerda».
Asegura Lomana que nunca quiso ir en el avión de la polémica. «Cuando me contaron el plan de ir todos juntos me pareció un horror, cuando viajo me gusta ir sola y tranquila».
Pero Carmen sabe, intuye que algo ocurre. Si alguien ha filtrado sus rencillas es el entorno de la sevillana. «A lo mejor es una cuestión de inseguridad, de no querer que le hagan sombra, o simplemente es que la gente no puede soportar que haya dos mujeres solas, independientes, que no necesitan de ningún hombre. Ojalá hubiera muchas como nosotras», concede la leonesa con ánimo conciliador.
De momento, la sangre no ha llegado al río. Ambas coinciden en numerosos actos sociales. No se saludan. «Pero a sus hijos les tengo mucho cariño», puntualiza Lomana. Y termina con una buena dosis de filosofía lomanista: «Cada mujer es única e irrepetible, somos totalmente diferentes». ¿Es que no hay sitio para todas?
Mª del Carmen Fernández-Lomana Gutiérrez nació en León por accidente (la familia de su madre es asturleonesa) en 1949. La ciudad en la que se crió fue San Sebastián, donde su padre era director general del Banco Santander. Su madre, que a sus 84 años está en plenas facultades, es la que le ha enseñado el estilo a la hora de vestir y el gusto por los diseños de alta costura.
La de Carmen Lomana y su marido, Guillermo Capdevila, es una historia de amor casi de película. Le conoció en un club de jazz del barrio de Chelsea (Londres), cuando ella era una veinteañera y él un chileno apasionado y bohemio. Tras unos meses de relación se casaron, y el matrimonio les duró 22 años. Hasta que él falleció en un accidente de tráfico. Tras el duelo, Carmen decidió disfrutar de la vida y afirma que «siempre está enamoriscada», aunque los hombres no aguantan a una mujer «independiente» como ella.
Fue relaciones públicas del Banco Santander en Londres, aunque al casarse abandonó esa labor. Al quedar viuda tuvo que hacer frente a la gestión de las empresas de su marido, arquitecto y diseñador industrial, y de las patentes que había dejado (algunos dicen que más de 1.000). Económicamente, tiene su vida solucionada.
Carmen Lomana cuenta que las maletas del viaje de novios de sus padres se las hizo la casa Loewe. Lleva la alta costura y la moda marcadas en el ADN. Por eso se atreve con todo. Es clásica pero con un punto irreverente. Se viste habitualmente de Ion Fiz, Amaya Arzuaga o Ana Locking, los más adelantados de las pasarelas españolas, aunque también tiene habitaciones -que no armarios- repletas de 'Chaneles', 'Diores' y otros imprescindibles.
«Nunca pensé salir en televisión y ahora resulta que me chifla», dice a LOC. Carmen Lomana está en plena efervescencia mediática. Por eso ha contratado los servicios de un representante.
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