Las escuchas telefónicas a la orden del día
Las escuchas telefónicas autorizadas por el juez han sido una pieza básica para fundamentar la acusación por narcotráfico contra varios miembros del clan de Los Monchines, incluyendo al que se considera su líder: Miguel Romero Larralde 'Monchín'. En un lenguaje críptico y elusivo, los dirigentes del clan de presuntos narcotraficantes se refieren a operaciones de compraventa de furgonetillas, tras las que nos es difícil ver el trasfondo del negocio de la droga. Coincidiendo con su escucha estos días en la Audiencia.
El 9 de septiembre de 1999 el Grupo de Estupefacientes de la Brigada Provincial de Policía Judicial solicitó la intervención telefónica del móvil de Miguel Romero Larralde 'Monchín', el líder del clan que, según el mismo informe, es el que «más dosis de heroína y cocaína vende en Valladolid». Un día después el juez de Instrucción 5 autorizaba el pinchazo telefónico y declaraba el secreto de un sumario que siete años después ha comenzado a ventilarse en la Audiencia Provincial sentando en el banquillo, por primera vez en una causa por narcotráfico, a los principales integrantes del clan de los Monchines y sus colaboradores, sus supuestos suministradores de droga en Madrid y un grupo de compradores llegado de Zaragoza.
Las escuchas, tras conseguir el oportuno mandamiento judicial, fueron activadas por Telefónica el 14 de septiembre de 1999.El móvil echaba humo.
Sólo durante los dos primeros días de intervención en el móvil de Monchín se registraron hasta 17 conversaciones supuestamente relacionadas con el delito investigado. En ellas se ponen de manifiesto los equilibrios que hacía 'Monchín' para conseguir la droga ante la presión que ejercían los toxicómanos en el poblado de La Esperanza para conseguir su dosis. «Las furgonetillas me hacen mucha falta. Tengo gente esperando para probar un par de furgonetas buenas», comentaba Miguel Romero a sus interlocutores mientras unos le pedían mercancía y otros le ofrecían. «Te he conseguido tres cachorras al precio del otro día», se pudo escuchar en una de las conversaciones en las que además de él participaron su hermano Salvador 'El Negro', un tal Carlos y un desconocido.
Ya en esos dos primeros días de intervención también se recogieron supuestas conversaciones referidas al corte de la droga: «Uno te da uno, te da uno, quitas medio y haces medio, haces uno ¿entiendes?».Y también encuentros en Madrid, precisamente, en la calle Antonio López, donde los hermanos Echevarría, también procesados, tenían su negocio de compra-venta de coches.
El contenido de los pinchazos telefónicos autorizados por el juez, ponen al descubierto los entresijos de un negocio en el que todos sus protagonistas se mueven en el filo de navaja. Viviendo con la Policía en los talones o bajo la amenaza de ser denunciados por chivatos.
En la conversación registrada el 27 de septiembre de 1999 poco antes de las 18 horas entre Rosario Sánchez López 'Sario' (supuesta traficante a pequeña escala en Tudela de Duero y Palencia) y Monchín, la primera le cuenta que tiene a la "pestañí" (la Policía) «detrás todo el tiempo». Al parecer, alguien se ha «chivado».«En Tudela, aquí, en todos los sitios. Si me han grabao esta mañana saliendo del Eroski ¿Oyes?», dijo Sario antes de que Monchín le tranquilizara: "¡Qué te van a decir no pillándote sin nada¡, ¡Que te chupen el culo!» (Sic).
Ese mismo día, pasadas las 21,30 horas, Sario ya sabía quién se había ido de la lengua y se lo cuenta a Monchín:
S: ¿Sabes quién ha sido la 'berreanta'?
M: ¿La Vieja?
S: Sí.
M: Lo sabía yo, ¡me cagüen la hostia!
Se comprueba que el líder del clan sabe lo que hay que hacer en estos casos y mientras Sario pierde los nervios y asegura una y otra vez que la va a matar, Monchín le hace unas recomendaciones:
M: Y hazle la pelota, trátala de bien, ¿sabes?, que yo sé lo que pasa con en esto, que vas presa.
S: Sí
M: Si te ha denunciao, te denuncia en la Comisaría.
S: No, ya, ya la he dicho que la iba a matar. Pues cómo le voy a hacer la pelota.
M: No, no, hazle la pelota para que te quite la denuncia.
S: Pues no, pues ya la he dicho que la iba a matar, la he llamao y la he dicho que la iba a matar.
M: Pero tu dile que la quite, la denuncia, que haga el favor, que la quite la denuncia.
S: Su raza
M: Y luego cuando, cuando quite la denuncia luego sí la vas a ver ya.
Una elocuente conversación que difícilmente podría darse en el marco de un negocio como el de la compra venta de coches, utilizado como tapadera por Monchín para encubrir su verdadera actividad, según las tesis policiales.
Sus esfuerzos por evitar nombrar las sustancias con las que trafica son constantes, pero hay veces en que el grado de confianza que mantiene con su interlocutor acaba traicionándole. El 28 de septiembre de 1999 Monchín recibió la llamada de un desconocido que le pedía «3 cochecines de los que tiene a 38», quizás el mismo que cuatro días antes le pedía «2 furgonetillas a 3-7, pero no de las pintadas».El 16 de octubre de 1999, un hombre identificado como Agustín le ofrece a Monchín «chicas a 4.000 pesetas». Con Sario sus conversaciones eran aún más claras: «Chisma no hay, no hay chisme de momento», «necesito 10 de esa cosa oscura para luego».
La supuesta traficante de Tudela confiesa a Monchín en una llamada el 15 de octubre que una mujer llamada Ana le debe dinero y que ya ha perdido la cuenta de «los chismes que se habrá llevao». «Mal fin que tenga. Te está dando el parabien y lo único que quiere es droga la ma, marrana», le explica Sario a su proveedor en una de las pocas conversaciones donde se nombra de forma expresa la palabra droga.
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