Cráneo como una bola de billar

Entre los años 20 y 50, mientras el mundo se derrumbaba, la ironía española buscaba refugio en lo que algunos quisieron llamar 

La otra generación del 27. Miguel Mihura, Tono y Enrique Herreros fundaron La Codorniz, que se convirtió, hasta su desaparición en 1978, en la rendija por donde entraba aire fresco en el viciado ambiente de la censura. 

Herreros ha pasado a la Historia por sus dibujos, sus portadas para la revista, su inteligencia satírica, su humor. Pero hay otra faceta, la montañera, por la que también será eterno. 

Fue de los primeros escaladores en subir el Naranjo de Bulnes y en la sierra de Guadarrama descubrió una nueva vía que desde entonces recibe su nombre. Todavía a los 73 años se le podía ver esquiando por sus amados Picos de Europa, los mismos que se lo tragaron en un accidente el 18 de septiembre de 1977.

La sala Espacio para el Arte, gestionada por la Obra Social Caja Madrid, reúne estas dos caras de Herreros en la exposición Amor a la montaña, que se podrá ver hasta el 9 de febrero. Allí se recolectan 40 dibujos que fueron realizados por el autor entre 1965 y su fallecimiento.

Usando la técnica del gouache, la plumilla y el lápiz graso, Herreros introduce su famoso sentido del humor en las láminas. A la derecha, un ejemplo, titulado ¡¡¡Virgen Santa, Pepe!!! Los temas erótico-festivos están presentes en buena parte de los dibujos, siempre aprovechando las situaciones que se pueden presentar en una montaña. Pero no son los únicos. 

Hay destellos románticos en el pájaro que asoma en un risco impracticable, y en el montañero que ve acercarse la noche escalando y sueña con una cama. El colmo de la tranquilidad es esa Siesta sin ruidos de un afortunado en medio de un paraje imposible. Se le ve el plumero a Herreros en su pasión por la montaña.

En las páginas del catálogo que Caja Madrid ha editado con ocasión de la muestra, intervienen destacados personajes de distintos ámbitos. Desde Antonio Gala a Rosa León, pasando por Edurne Pasabán o Mercedes de la Merced, todos rinden homenaje a la figura de este hombre enorme e irrepetible. El hijo de Herreros recuerda su infancia en el chalé de Peñalara, en la Fuenfría. 

Y Joan Manuel Serrat, dibuja con palabras una anécdota: No tardamos en intimar y confidencialmente me contó que se había quedado así de bajito y calvo a resultas de la escalada. Sí señor. La escalada. 

Ocurría que cuanto más se encaramaba a los empinados riscos, más menguaba su estatura a los ojos que lo miraban desde el valle y que los celosos y procelosos vientos de las alturas, tratando de impedirle hollar las más altas cumbres de las cordilleras, se aferraban a su en otrora abundante melena y a tirones le fueron dejando el cráneo como una bola de billar. 

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