Carretera y mujeres

Manga Ranglan es el lector de una editorial extranjera destacado en Manhattan por su empresa para buscar manuscritos interesantes. Más que los encuentros con los escritores autóctonos lo que le interesa es el pulso de la ciudad, la fauna que puebla las calles numeradas y las actrices del Hollywood de los ochenta hasta tal punto que tiene la extraordinaria facultad de encontrarse con Kathleen Turner paseando o con Kim Bassinger haciendo punto en el parque. Las otras mujeres, las tangibles para Ranglan, las que se cruzan con él en términos más concretos, son la parte más importante de sus aventuras.

El resto de éstas son los viajes, básicamente él primero, llamado de «purificación» en contraportada del libro; que nuestro singular personaje, cansado de la lectura y ante la llamada irresistible de la naturaleza que siente en otoño, iniciará' al volante de un Mercury Grand Marquise alquilado y acabará en un Chevrolet Camaro que Compra durante el camino. En su recorrido cruzará los estados de Connecticut, Rhode Island y Massachusetts: la costa este hasta Boston. Al lector entonces se le hace inevitable el recuerdo de En la carretera, de Miedo y asco en Las Vegas o de algunas de las muchas otras novelas que han dado las autopistas norteamericanas. Las descripciones de algunos momentos del 'viaje son emocionadas: «La mirada perdida en la carretera.


La protección de la carlinga, como en el útero materno. La memoria actuando a su antojo... Y, suavemente, Roy Orbison cantando...», escribe Iglesias en la página 73 pero, a diferencia de Kerouac y Hunter S. Thompson, no hace del viaje el leitmotiv de la novela ynos devuelve a Manhattan para que Ranglan conozca íntimamente a las mujeres que son sus auténticas aventuras: Elizabeth; una apetecible madre de la que se ha prendado en el Lincoln Center, y Eva; una ninfómana violenta con la que topó en Cape Cod durante el viaje. Esa obstinación por las mujeres recuerda a Neal Cassidy, el compañero de Kerouac, el Dean Moriarty de On the Road, para quien la felicidad era una chica y un volante. Sin embargo esas interesantes sugerencias de la novela, al igual que el primer viaje (al que el autor llama en el índice Camino de las ballenas), también se atajan para llevarnos a coitos, persecuciones y diferentes sucesos que, de puro chocantes, resultan grotescos.

El libro es parco en datos del autor, prefiere incluir los títulos de otra colección de la editorial. Sólo se dice que Eduardo Iglesias nació en San Sebastián en 1952, así que no sé si ésta es su primera novela o la última. Cabe suponer, por la precisión con la que describe la numeración de las calles de Manhattan, que el autor conoce bien la ciudad de los rascacielos y que ha escrito tan entusiasmado por las formas de la sociedad norteamericana como Ranglan por sus actrices. La lectura se hace ágil y tiene momentos tan divertidos como los que preceden a la primera copla entre Ranglan y Eva.

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