Creando la máquina del tiempo
¿Se imagina subirse a bordo de un buque al más puro estilo del Titanic? Pero sin hundimiento, por supuesto. Cuando el viajero da los primeros pasos sobre la moqueta del Queen Victoria sabe que va a iniciar un travesía, sí, pero la sorpresa es que el crucero también lleva implícito un viaje a otra época, cuando los cruceros vivían su edad de oro. Porque el interior del barco, aunque ha sido remodelado en 2017 y cuenta con tecnología moderna, parece inspirarse en los transatlánticos que a principios del siglo XX unían el continente europeo con el americano. Queen Victoria es una de las tres reinas (Queen Mary 2 y Queen Elisabeth son las otras dos) que posee Cunard, naviera británica que se distingue por el cuidado de los detalles y por ofrecer a sus clientes una experiencia global y exclusiva. Surcar los mares en cualquiera de ellas no sólo permite conocer las ciudades que se visitan, sino que el barco en sí se convierte en un destino con múltiples opciones para descubrir.
La historia de Cunard se remonta a 1839, cuando el magnate Samuel Cunard consiguió el primer contrato para su compañía naviera. "Sus barcos de vapor se convirtieron en correo real entre Reino Unido y América del Norte a través del Atlántico. Fue la Reina Victoria quien se lo propuso y fue un momento histórico por la unión de dos grandes continentes", explica Eva Sanchidrián, responsable de marketing de Mundomar Cruceros, representante de Cunard y Princess Cruises en España y Portugal. "El primer barco para pasajeros de Cunard fue el Britania, que fue botado en 1840 y ya tenía como propósito hacer que la embarcación fuera mucho más que un medio de transporte", continúa.
Las cosas han cambiado bastante desde entonces y hoy la inmediatez por llegar al destino parece ser la prioridad. Sin embargo, viajar a bordo de una de las queens es una experiencia cuando menos sorprendente. La primera diferencia con el resto de embarcaciones de gran formato es el espacio, porque aunque las reinas tendrían capacidad para alojar hasta 4.000 pasajeros, como ocurre con la mayoría de los navíos de estas dimensiones, rebaja a la mitad (a 1.997) el número de clientes para que estos puedan disponer de camarotes más amplios. Y 1.000 personas forman la tripulación, de modo que hay un empleado para cada dos pasajeros.
Otra seña de identidad de Cunard es la puesta en escena de sus hoteles flotantes. El Queen Victoria puede presumir de estar engalanado con los más nobles materiales, la madera y el mármol y las impecables alfombras repartidas por los distintos salones consiguen hacer de este crucero un lugar digno de vestirse a la altura.
Ahí reside otra de sus particularidades, porque si en los buques más informales la vestimenta no importa, aquí existe un dress code que debe ser respetado si quiere campar a sus anchas por cada una de las plantas. A saber: por la tarde las bermudas deben obviarse a favor de la chaqueta y el pantalón largo en el caso de los caballeros; las damas, vestido de cóctel. El día de la cena con el capitán manda la etiqueta. Si no quiere verse obligado a seguir estas indicaciones, no tema, podrá disfrutar de la velada en los espacios de la cubierta (si el tiempo lo permite) o en las zonas más informales del barco, incluido el restaurante bufé.
DECORACIÓN AL DETALLE
Con una longitud de 29 metros, una anchura de 32 y un peso que alcanza las 90.000 toneladas, el Queen Victoria (que comenzó a navegar en 2007) ofrece a sus pasajeros un amplio repertorio de camarotes, que en su reciente remodelación han mejorado el diseño y añadido muebles más modernos y funcionales. Habitaciones individuales, dobles, interiores o exteriores, con balcón o ventana, suites, penthouses... Y, según la categoría de la estancia, el huésped tendrá asignado un restaurante u otro para las comidas y las cenas. El bufé está abierto las 24 horas del día.
Sea cual sea el recorrido contratado (también en este apartado las posibilidades son numerosas, con precios que parten de los 1.200 euros), lo cierto es que entre destino y destino el pasajero tiene opciones suficientes como para que todos los cartuchos no se quemen en un día. La pista de tenis y las dos piscinas en el exterior permiten disfrutar de una jornada al aire libre, ya sea a remojo o tomando el sol en el solarium. El Queen Victoria cuenta con numerosas tumbonas y zonas de relax en cubierta para leer, descansar mientras se contempla el océano o tomar un copa o un aperitivo. Los bares y los lounges de esta reina también han sido remodelados para aprovechar el espacio y añadir zonas para cenar al aire libre más informales que las del interior. "También hay varias para niños con clubs según la edad, aunque la naviera no está centrada en ellos", apunta Sanchidrián.
EL TIEMPO DE OCIO
Si es usted jugador de cartas, está de suerte, el Queen Victoria cuenta con la Card Room, con distintas mesas para disfrutar de las partidas, pero, si lo prefiere, justo enfrente se ubica una biblioteca donde podrá encontrar desde novelas hasta guías de viaje o ejemplares sobre la historia del Titanic y otras embarcaciones emblemáticas.
Aquí no hay lugar para el aburrimiento. ¿Que no le apetece entregarse a la lectura? Entonces quizá prefiera ir a alguna de las clases que se organizan cada día (esgrima, bailes de salón, pintura...) o hacer algo de ejercicio en el gimnasio. Y, tome nota, si es usted corredor, no olvide meter en la maleta sus zapatillas de running porque una de las cubiertas puede hacer las veces de pista de atletismo. Eso sí, debe tener precaución con los que sólo disfrutan del paseo. Una discoteca, sala de baile, una galería comercial, un casino y hasta una sala de cine y teatro (hay actuaciones nocturnas) , un spa y una sala para fumar habanos completan el entretenimiento.
Pero, sin duda, uno de los platos fuertes de Cunard es la hora del té. Cuando el reloj marca las tres el tiempo se detiene. Entonces, en el salón del afternoon tea camareros con guante blanco sirven, al compás de la música de un arpa y violines, té y café edulcorados con todo tipo de pastas y dulces (también hay sándwiches salados). De entre todos ellos, los reyes son los scones, panecillos típicamente british para tomar con crema y mermelada. La gastronomía está muy presente dentro del barco, donde además del restaurante tipo buffet, el Lido, está The Golden Lion, donde tomar fish & chips, Queens Grill, Princess Grill, Club Britannia y otro más con cargo adicional, el Verandah, con menús creados por Jean-Marie Zimmermann.
Sin duda, el Queen Victoria es un destino en sí mismo, como lo son también el Queen Mary 2 (el único de la naviera que hace cruceros transatlánticos, desde 797 euros) y el Queen Elisabeth. Pero no por ello hay que desestimar los trayectos que ofrece Cunard. Uno de sus puntos fuertes son las vueltas al mundo (desde 16.150 euros). Tal cual. Duran cuatro meses y es uno de los recorridos favoritos de quienes disponen de tiempo y dinero, los jubilados. Si usted no tiene cuatro meses libres, no sufra porque hay otras muchas opciones para disfrutar a bordo de alguna de las reinas.
El mar Mediterráneo es el destino del Queen Victoria: navega por el Adriático, atraviesa el Estrecho de Messina y viaja por las Islas Baleares, Italia y los canales venecianos. Por si fuera poco, se atreve con el Báltico, las islas Británicas e Islandia. También Cunard se traslada al Caribe, a Nueva York, Quebec o Sydney. Incluso recorre la ruta de la seda. Pero, recuerde, el destino es el barco en sí mismo. Lo demás es atrezzo.
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