La importancia de tener un buen sastre
Suele ser refugio de cobardes. Se recurre a él en casos de inseguridad, ausencia de estilo (propio) o conservadurismo. ¡Error! Su buen uso requiere personalidad y sabiduría indumentaria suficientes como para dotar de vida a un look que no ofrece sorpresas.
Por eso, es necesario asumir riesgos en los complementos, pelo incluido.Una melena salvaje (Sophia Coppola, Kirsten Dunst), un cardado (Juana de Aizpuru) o una mecha estratégica (Daphne Guiness, Béatrice d'Orléans) pueden descolocar un sastre hasta hacerlo inolvidable.El terno es un buen conductor del carisma: de ahí que le sienten bien la experiencia, la leyenda y el exceso de actitud, y muy mal la naturalidad y la juventud.
Todo debe estar extremadamente elaborado, hasta el punto de favorecer el subtexto (sexy, castigador, rancio o laboral). Imprescindibles los altísimos tacones, sobre todo si el uso es institucional (Cristina Garmendia), o más cerca del uniforme (Ainhoa Arteta, Ángeles Caso o Inés de la Fressange).Puede interpretarse pícaramente (Chiara Mastroianni o Maggie Gyllenhaal), o de forma aristocrática (Laura Ponte). Existen sastres impecables (Diane Keaton o Lauren Bacall), imposibles (Madonna, con Jean Paul Gaultier), eternos (Marlene Dietrich, la Garbo) o pegados a su época (Nico, Faye Dunaway).
Pero, por encima de ellos, están las mujeres que supieron llevarlos: las supermodelos (sobre todo Linda Evangelista) lo vistieron mucho mejor que las mujeres-niñas (Kate, Lily, Agyness) de hoy. Y aún está por superar la lección que ofreció Bianca Jagger al casarse con la voz de los Rolling con un dos piezas de Yves Saint Laurent, el creador que más, y mejor, hizo por convertir a la mujer en un dandi. por Á. A.
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