El timo a los abuelos a la orden del día

Ha pasado lo peor, la marabunta se aleja dejando nuestras cuentas corrientes bajo mínimos. Aunque nada comparado con la terrible cuesta de septiembre. Eso sí son números rojos. La marabunta se aleja y nosotros nos quedamos relajados. Sólo nos resta sentarnos en el sillón y suspirar hacia afuera. Esos resoplidos que suenan a «ha pasado el peligro». Los vips despiden las fiestas desde el Ritz, celebrando el nuevo ganador del Nadal.

Las abuelas siguen preguntando si perderán dinero con la nueva moneda: el euro. Que si es así sacan del banco sus 10.000 pesetas y se las gastan en el próximo viaje de Imserso. Y lo dicen absolutamente convencidas porque cuando ellas hablan todo es cierto. La policía sabe que ya existen bandas que estudian cómo engañar a pequeños y grandes en eso del euro. 

No sería la primera vez. Ya existen listillos que visitan las casas de personas que viven solas y les prometen el cambio seguro de sus pesetas, contantes y sonantes, por el de las nuevas monedas europeas. Esas personas se confían (los estafadores acostumbran a tener cara de buenas personas y van siempre muy bien trajeadas) y los intrusos jamás vuelven. Es la triste realidad.

Para la nueva generación que ya empieza a dirigir la cultura, no sólo de esta ciudad sino de otras, el teatro significó una de las formas de libertad. Y entre esas fragancias libertarias algunas están por encima de otras. Dícese de No hablar en horas de clase, La nit de Sant Joan o Glups. Todas, maldita coincidencia, de Dagoll Dagom. Edicions 62 acaba de publicar una de esas obras. En la portada del texto de Glups aparece la colaboración de un supuesto Servei del Teatre ya inexistente. 

El tiempo ha pasado. Su libreto, inspirado en textos de Lauzier, machaca una y otra vez con aquella parte lleno de mediocridad. Demasiado real.

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